El pasado 1º de octubre la República Popular China (RPC) cumplió 70 años de existencia. La RPC surgió producto del triunfo de los comunistas, liderados por Mao Zedong, sobre los nacionalistas en la Guerra Civil China (1927-37 – 1945-49). Dicha guerra estuvo interrumpida durante casi una década, tras un trabajoso pacto entre ambos bandos, para repeler la invasión japonesa en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Tras la reanudación de la puja interna, los comunistas recuperaron la iniciativa y lograron imponerse, en 1949.
La historia de la RPC puede ser abordada a partir de las cinco generaciones de dirigentes que han gobernado hasta el momento. La primera es la más extensa, bajo el liderazgo de Mao Zedong (1949-1976). El fundador de la RPC asumió un liderazgo dictatorial, basado en los preceptos del marxismo-leninismo, aunque con importantes aportes propios, lo que dio lugar al surgimiento del pensamiento “maoísta”. Esta línea ideológica se popularizó en diversos puntos del espectro comunista a nivel mundial, en el contexto de la Guerra Fría.
La turbulenta etapa maoísta
Mao asumió la conducción de una China desintegrada y empobrecida, con el grueso de la población analfabeta y habitando en zonas rurales. El “Gran Timonel” impulsó grandes reformas económicas que tuvieron al campesinado como actor central, pero que fueron un rotundo fracaso. Tal fue el caso del Gran Salto Adelante (1958-1961), que derivó en una gran hambruna y un profundo deterioro del ya de por sí precario aparato productivo chino.
Hacia el final de su vida, Mao se radicalizó ideológicamente y lanzó la Revolución Cultural (1966-76), otro gran desastre económico y humanitario, que ahondó la decadencia y el aislamiento internacional de China. No obstante, en 1972 Mao tuvo la astucia de protagonizar uno de los mayores giros geopolíticos de la Guerra Fría: el pragmático acercamiento a los Estados Unidos (EE.UU.), para contener a una mutua preocupación: la Unión Soviética.
Deng Xiaoping y el proceso de Reforma y Apertura
Los 70 años de historia de la RPC tienen un claro antes y después en 1978, con la llegada al poder de Deng Xiaoping y el inicio del proceso de Reforma y Apertura. Ello dio lugar a la transformación gradual de una economía cerrada y socialista, a una abierta y de mercado. Las acertadas reformas de Deng hicieron posible lo que muchos denominan el “milagro chino”, una larga etapa con impresionantes tasas de crecimiento económico que no tiene precedentes en la historia, por su escala, magnitud y por los resultados sociales obtenidos.
En junio 1989, hacia el final de la etapa de Deng, se da uno de los hechos más lamentables de la historia china: la masacre de la plaza de Tiananmen. Varios factores confluyeron para que los sucesos se desencadenen de manera tan trágica. Lo cierto es que la presión reformista en lo político impulsada desde importantes sectores del Partido Comunista Chino (PCC) fue aplacada de manera contundente. La reforma y apertura continuó en lo económico, pero se esfumó por completo cualquier sueño de transformación en lo político.
Jiang Zemin y la profundización del rumbo económico
Tras la muerte de Deng, en 1992 el poder recayó en Jiang Zemin, un dirigente que rápidamente exhibió grandes aptitudes políticas y diplomáticas. El nuevo líder supo reconstruir el dañado liderazgo y garantizar la continuidad de las políticas económicas de Deng, frente a la creciente presión de sectores conservadores. Asimismo, Jiang logró reposicionar a China en la escena internacional, llevando las relaciones con los EE.UU. y otras potencias a una de sus mejores etapas históricas. China creció en promedio 9,7% durante los años de Jiang.
En 2001, China logró el ingreso a la Organización Mundial de Comercio (OMC), un objetivo ansiado durante décadas. Jiang introdujo varios esquemas para ayudar a las compañías nacionales a desarrollar una estrategia global. Se abrieron nuevas oportunidades en los mercados internacionales en expansión, como el caso de América Latina.
Hu Jintao y el “ascenso pacífico” de China
Parte del gran legado de Jiang Zemin fue asegurar una transición de poder ordenada con su sucesor, Hu Jintao, aunque luego la relación entre ambos fue tensa. El nuevo líder fijó como principal objetivo afianzar el proceso de crecimiento y desarrollo económico de China, en la búsqueda de una “sociedad armoniosa”. En política exterior, Hu planteó la tesis del “ascenso pacífico” de China, ante la creciente desconfianza por parte de los EE.UU., a raíz del explosivo crecimiento de la potencia asiática.
Como balance del período de Hu, puede decirse que fue un eficiente continuador de la obra de sus antecesores: Afianzó el despegue internacional de China, mostrándose muy activo en la esfera diplomática, y la posicionó como la segunda superpotencia económica. Cabe destacar que en esta etapa China celebró exitosamente los Juegos Olímpicos de 2008, en Beijing. Sin embargo, Hu dejó numerosas cuentas pendientes. Por caso, tuvo pobres logros en materia ambiental y lucha contra la corrupción.
En el año 2012, al igual que hiciera Jiang, Hu cumplió con la tradición iniciada por Deng Xiaoping de un máximo de dos mandatos de cinco años, abriendo así el camino a un nuevo recambio. El elegido por el PCC fue el actual presidente chino, Xi Jinping, quien sin dudas se ha consolidado como el líder chino más poderoso, al menos desde la era de Deng.
La actual etapa de Xi Jinping
En 2014, Xi presentó las “cuatro ideas integrales” del PCC para guiar a China en la “nueva era”, en clara continuidad con ideas de sus antecesores: Avanzar hacia una sociedad modestamente acomodada (en línea con la idea de “armonía” de Hu), profundizar la Reforma y Apertura, gobierno bajo el imperio de la ley (lanzando una inédita campaña anticorrupción) y conducción indiscutida del PCC (fuerte reafirmación del liderazgo absoluto del partido).
El proceso de concentración de poder en manos de Xi fue meteórico. En 2016, Xi fue declarado “núcleo” del PCC y al año siguiente se aprobó por unanimidad incorporar el “Pensamiento de Xi” a la constitución china, equiparándolo a Mao Zedong. Finalmente, en marzo de 2018, se aprobó una sorpresiva reforma de la Constitución que eliminó el límite de dos mandatos del presidente, rompiendo con la herencia de la alternancia de Deng.
En el plano interno, Xi Jinping ha fijado las ambiciosas metas de los “dos centenarios” (2021 y 2049), por las fundaciones del PCC y de la RPC, respectivamente. La primera meta implica lograr una “sociedad modestamente acomodada” para el año 2021, buscando la erradicación total de la pobreza. Cabe destacar que unos 800 millones de chinos salieron de la pobreza en las últimas cuatro décadas, lo que constituye la mayor revolución social de la historia. En tanto, para 2049 Xi aspira a que China se convierta en un país “socialista moderno”. Ello implica lograr un nivel de ingresos per cápita similar al de los países desarrollados.
Hacia el exterior, Xi ha promovido la construcción de una “comunidad de futuro compartido”, en línea con el “ascenso pacífico” de Hu. Para materializarlo, Xi anunció en 2013 una mega iniciativa para el desarrollo de infraestructura e inversiones, denominada “Una franja, una ruta” (Nueva Ruta de la Seda). La misma se expande por Asia, Europa, África y también pretende llegar hasta América Latina, a través de la extensión marítima de la ruta.
El choque estratégico con los EE.UU.
Xi ha ido ganando cada vez más protagonismo e influencia a nivel global. A la par de su afianzamiento en el liderazgo de una China superpotencia, Xi exhibe una postura más enérgica y nacionalista en política exterior. Desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca, en 2016, el panorama geopolítico global cambió radicalmente y hoy estamos inmersos en una tensa puja estratégica entre las dos mayores potencias económicas y militares.
La guerra comercial y tecnológica que Trump lanzó contra China llegó para quedarse y ha generado gran incertidumbre, con un negativo impacto en la economía global. Trump ha definido a China como una “amenaza” para los EE.UU., pero China no se ha echado atrás. Xi Jinping ha dicho que “China luchará hasta el final”. En ese contexto, se da una gran paradoja: La China cada vez más aperturista en lo económico de Xi, se ha ido consolidando como la perfecta contracara del EE.UU. aislacionista y proteccionista de Trump.
Para concluir, al cabo de cumplir 70 años, la RPC se ha afianzado como la segunda mayor potencia económica, camino a superar en breve a los EE.UU. En ese sentido, difícil prever cómo puede evolucionar la disputa entre ambas. Si bien a priori pareciera que China y los EE.UU. tienen mucho más para ganar cooperando que enfrentándose, el curso del conflicto dependerá principalmente de las decisiones que tomen sus líderes de turno.
Publicado en “Reflexiones Políticas IX”. Noviembre de 2019